miércoles, 31 de marzo de 2010

Para qué sirve reciclar acero y cómo hacerlo

Los consumidores son esenciales para reducir el impacto ecológico cuando no se aprovechan los residuos de este metal

Latas de conserva, aerosoles, lavadoras, coches... Todos estos envases y productos, de uso frecuente entre los consumidores, tienen algo en común: están fabricados en acero. Su correcto reciclaje reduce el uso de energía y materias primas y la emisión de los gases implicados en el cambio climático. Además del ahorro económico, el medio ambiente también lo agradece. Cada vez se aprovechan más este tipo de residuos, pero todavía se pueden alcanzar mayores tasas de reciclaje. Los consumidores son esenciales para lograrlo.



El correcto reciclaje del acero tiene una enorme importancia ecológica y económica. No en vano es el metal más utilizado en el mundo en sectores tan diversos como la construcción, los electrodomésticos o la automoción. Por su parte, la hojalata es una lámina de acero que se recubre de una capa muy fina de algún metal con propiedades anticorrosivas. El estaño se emplea a menudo en los envases alimentarios, mientras que el zinc se reserva para automóviles o electrodomésticos y el aluminio, para piscinas o depósitos catalíticos.

Por cada envase de acero reciclado se ahorra una vez y media su peso en CO2

El empleo de acero reciclado en su proceso de fabricación disminuye el consumo de energía en un 70% y evita la extracción y transporte de nuevas materias primas (hierro y carbón). Por cada tonelada de acero usado que se recicla, se ahorra una tonelada y media de mineral de hierro y unos 500 kilogramos del carbón que se emplea para hacer el coke siderúrgico, el combustible utilizado en la fabricación de este metal. El uso del agua, otro bien natural cada vez más escaso, se reduce en un 40%.

Las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el gas de efecto invernadero involucrado en el cambio climático, disminuyen también si se aprovecha este metal usado: por cada envase de acero reciclado se ahorra una vez y media su peso en CO2.


Por ello, la práctica del reciclaje de acero ha aumentado en los últimos años. En el caso de los envases elaborados con este material, en Europa se reciclaron en 2008 una media del 70%. Según datos de APEAL (Asociación de Productores Europeos de Acero para Envases), se superó la tasa de otros materiales para envases como plástico, cartón o vidrio. Se reciclaron más de 2,5 millones de toneladas de latas y otros envases de acero para alimentos y bebidas, una cantidad que evitó las emisiones de CO2 equivalentes a 3,9 millones de toneladas.

Por países, Bélgica y Alemania, con una tasa del 93% y del 89%, respectivamente, son las regiones que más reciclaron en Europa en 2008. En el otro extremo se situaron Polonia y Eslovenia, con el 21%. España se halla entre los países que más acero para envases recicla, por encima de la media, con el 77%.

Las plantas siderúrgicas son cada vez más conscientes de esta situación. No podrían continuar su ritmo de producción si no contaran con la posibilidad de aprovechar la chatarra férrica. Sus responsables disponen en sus propias instalaciones de sistemas de reciclaje para transformar estos desechos. La industria invierte en investigación y desarrollo (I+D) para mejorar el sistema de producción y las prestaciones de sus productos, así como para reducir su impacto ambiental. Desde 1982, el espesor mínimo de la pared del envase de acero ha disminuido en un 1% cada año, según la Asociación Ecológica para el Reciclado de la Hojalata (Ecoacero).

Cómo reciclar el acero

El contenedor amarillo es el indicado para los envases metálicos, plásticos o compuestos. Por lo tanto, a él debe ir a parar cualquier envase de acero doméstico, lo más limpio posible, para su correcto reciclaje.

España es uno de los países que más acero para envases recicla, con el 77%

Para evitar posibles dudas que lleven a equivocarse de contenedor o a no separarlo del resto de residuos, conviene saber qué envases están fabricados con este material. La lista es muy diversa: las latas de bebidas, conservas, aceite, galletas, chocolates o productos exclusivos y de alta calidad, como cafés, licores, tabacos, perfumes; los aerosoles (insecticidas, ambientadores, productos de limpieza); los tapones corona de las botellas; la tapa de los tarros de cristal con vegetales o mermeladas; y los botes de pintura.

Otros productos con componentes de acero utilizados en los hogares, por su volumen o por contener materiales nocivos, no se pueden depositar en los contenedores amarillos una vez que se han convertido en residuo. El lugar indicado para los electrodomésticos como neveras, combis, hornos, lavadoras o lavavajillas es un punto limpio. Algunos ayuntamientos habilitan un servicio de recogida. Al comprar un electrodoméstico nuevo, el vendedor tiene que hacerse responsable de su recogida y correcto traslado a una instalación de reciclaje. Respecto a los automóviles fuera de uso, son muy valiosos y, además, no se pueden dejar abandonados. Su destino final debe ser un Centro Autorizado de Tratamiento (CAT).

Los consumidores deben recordar que el reciclaje es la última de las tres famosas erres de la ecología. Es prioritario usar sólo los productos que sean necesarios, sin derrochar (reducir), y reutilizarlos el máximo posible para alargar su vida. Antes de adquirir un nuevo automóvil o un electrodoméstico, conviene probar si se pueden reformar para aprovecharlos durante más tiempo. Otros objetos se reutilizan de diferentes maneras: las latas se convierten en un recipiente para bolígrafos u otros elementos y los tapones corona, en las clásicas chapas para jugar. También es posible una reutilización solidaria. Algunos productos todavía en funcionamiento, pero que se han cambiado por un modelo nuevo, pueden dar servicio a personas más necesitadas.

El acero, un material idóneo para reciclar

Las cualidades del acero le convierten en un material muy útil para multitud de productos y envases, además de ser idóneo para la práctica del reciclaje. Es un metal inalterable, que no pierde sus cualidades, como la resistencia, la dureza o la maleabilidad, y se recicla tantas veces como se desee. Sus propiedades magnéticas facilitan el proceso de recuperación, ya que se pueden utilizar electroimanes para separarlo de otros desechos y reciclarlo de forma adecuada.

Incluso si un residuo de acero llega a una incineradora, se recupera para su reciclado. Algunas de estas instalaciones cuentan con sistemas de separación magnética antes de que los residuos pasen por el horno. Así se conserva una parte muy importante de los envases de acero. No obstante, después de la incineración, también es posible aprovechar el acero, ya que el horno no alcanza la temperatura de fusión de este material. Las instalaciones de compostaje para el tratamiento de residuos sólidos urbanos también cuentan, en su mayoría, con electroimanes para separarlos del resto de la basura. En cualquier caso, siempre es más directo y tiene menos impacto ambiental separar de forma correcta los residuos en el contenedor amarillo.

Contaminación de los hogares por formaldehído

Este componente que se halla en numerosos artículos de uso cotidiano puede causar efectos nocivos en la salud

Gracias a sus propiedades aislantes y a su resistencia, el uso industrial del formaldehído, un componente que puede resultar tóxico, se ha generalizado en productos tan diversos como materiales de construcción, pinturas, prendas textiles, madera conglomerada o servilletas de celulosa. En general, el interior de las viviendas no concentra niveles preocupantes de este compuesto. Ahora bien, dada la sensibilidad que pueden tener algunas personas y los efectos que puede causar durante un tiempo de exposición prolongado, es recomendable reducir al máximo su presencia en los hogares. Como consejos generales, se recomienda el uso de materiales naturales y ecológicos, ventilar el interior de las viviendas y evitar la humedad.



El formaldehído forma parte de la colección de compuestos orgánicos volátiles (COV) que se utilizan en buena parte de productos de uso cotidiano. Descubierto en 1867 por el químico alemán August Wilhelm von Hofmann, el formaldehído o metanal es un compuesto que a temperatura ambiente se comporta como un gas incoloro de olor penetrante.

La exposición al formaldehído puede provocar diversas consecuencias negativas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los niveles de concentración no sean mayores de 0,05 ppm (partes por millón). En función de la concentración, el tiempo de exposición y el grado de sensibilidad que se tenga hacia el mismo, los efectos son muy variados.

Algunas personas pueden tener una alta sensibilidad a este compuesto y experimentar diversas reacciones

En dosis superiores a 30 ppm puede ser mortal. Los trabajadores que manejan este producto tienen que utilizar los sistemas de prevención necesarios que marca la legislación para evitar posibles intoxicaciones. En concentraciones a partir de 0,1 ppm, se pueden desarrollar varios tipos de irritaciones, como ojos llorosos o con sensación de quemazón, así como en la nariz y garganta, náuseas, tos, jadeos, opresión en el pecho, sarpullidos, dolor de cabeza, dificultad para conciliar el sueño, fatiga, bronquitis, etc.

Cómo evitar la contaminación por formaldehído

El uso de materiales aislantes en los edificios es una buena idea para reducir el consumo energético, pero pueden contener formaldehído. Así lo ha señalado la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos (EPA), que ha recordado que, al construir o reformar un edificio, se pueden buscar alternativas que no lleven formaldehído. En los años setenta se generalizó el uso en el sector de la construcción de la urea-formaldehído (UFFI), una variedad de este compuesto. En 1984, la normativa limitó su uso a partes muy concretas del edificio y para que en ningún caso tuviera contacto con la zona interior de la vivienda. No obstante, conviene tener cuidado con las reformas en casas construidas en esas fechas. Las pinturas, pigmentos y barnices sintéticos son otros elementos que pueden contener este compuesto. Sus sustitutos serían las pinturas y los tratamientos ecológicos.

Las mayores emisiones se originan cuando los materiales que contienen este compuesto son nuevos

Los muebles de conglomerado o contrachapado utilizan formaldehído, en general, como adhesivo. Por ello, si es posible, tras su compra conviene dejar que se aireen en espacios sin habitar. La madera maciza o las fibras naturales no contienen este compuesto, por lo que son una alternativa para el mobiliario de casa. Una solución intermedia la constituyen los productos de madera conglomerada con bajo nivel de formaldehído, que se comercializan en Alemania con la ecoetiqueta del ángel azul.

Los materiales vinílicos para revestimientos y las moquetas y alfombras sintéticas pueden contener formaldehído para hacerlos más resistentes a las manchas. Las fibras vegetales o la lana no emiten este compuesto, así que para evitarlo conviene adquirir alfombras y moquetas con estos materiales naturales.


La industria textil también se vale de este compuesto como conservante y para evitar arrugas o manchas. Se puede encontrar en diversa ropa del hogar, como colchones, toallas o tapicerías. En este caso, el contacto puede ser tanto directo con la piel como por inhalación. Como alternativa, se pueden buscar las prendas con fibras ecológicas y naturales y evitar la ropa con propiedades anti-manchas y anti-arrugas, que utilizan a menudo formaldehído. Si a pesar de todo se adquiere una de estas prendas, siempre se puede lavar y aclarar antes de usarla. Los sistemas de limpieza en seco también suelen utilizar este compuesto como disolvente en las prendas. Por ello, es recomendable colgar la ropa en un lugar ventilado y aislado durante unos días después de haberla traído de la tintorería.

Los productos de limpieza, cosméticos y de higiene personal también se valen del formaldehído para combatir las manchas o la humedad. Los pañuelos, servilletas y papel de celulosa, los desodorantes, lacas, champús, jabones, detergentes, desinfectantes, ambientadores, etc. pueden contener este compuesto. El uso de estos productos se puede reducir, ya que en ocasiones se abusa de ellos. Los productos de limpieza ecológicos serían un sustituto.

Por último, la combustión de calderas de leña y gas, así como el tabaco, emite formaldehído. En el primer caso, es imprescindible contar con un buen sistema de ventilación. En el segundo caso, se debe evitar fumar en lugares cerrados y no hay que permanecer en habitaciones donde se sepa que hay fumadores habituales.

Algunas personas pueden tener una alta sensibilidad a este compuesto y experimentar este tipo de reacciones a niveles inferiores a 0,1 ppm. Su detección no es sencilla, ya que sus síntomas se pueden confundir con los del resfriado, la gripe o las alergias. La exposición a bajas concentraciones de formaldehído durante un amplio espacio de tiempo puede aumentar la sensibilidad tanto a este producto como a otros que provocan alergias. La contaminación por formaldehído puede ser silenciosa en el interior de las casas durante años. Las mayores emisiones se originan cuando los materiales que contienen este compuesto son nuevos. Poco a poco disminuyen, pero pueden durar en dosis bajas durante cinco o más años.


El formaldehído también puede acentuar las reacciones de personas ya de por sí sensibles o con problemas de asma o rinitis. En experimentos con animales de laboratorio ha demostrado tener un efecto cancerígeno, y podría tenerlo también en los seres humanos. Algunos estudios han vinculado al formaldehído con la esclerosis lateral amiotrópica.